Por estos días, el tema preferido
de esos que aspiran a los cargos públicos de elección popular en Colombia es la
paz… La paz que ha sido el sueño de la humanidad en general y de este país que
lleva más de sesenta años en guerra.
Y la clave para iniciar un
verdadero camino hacia ella está en el corazón de cada ser humano, tal como lo
propone el Maestro en el evangelio de este domingo.
¿Qué daña la paz? Las opciones
particulares hechas por personas concretas en un espacio y tiempo determinado. Muestra de ello son aquellos que estando en el poder toman
decisiones excluyentes, injustas y egoístas que maltratan la dignidad de los
ciudadanos obligándolos a vivir en la miseria, sin salud, sin trabajo digno,
hacinados en sus casas, sin espacios de recreación y deporte…
También dañan la paz las opciones
individuales, tales como optar por el odio, el egoísmo, la avaricia y la
venganza, construir relaciones interpersonales fundadas en el miedo, en la mentira y que
alimentan “la cultura de la muerte” latente en nuestras ciudades.
Jesús, alguna vez le dijo a los
suyos, algo que aún no hemos sido capaces de comprender y asumir los
cristianos: “si
aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los
publicanos?”.
Viene Jesús a tocar lo profundo
del ser humano: nuestros recuerdos y nuestra visión frente a la vida. Lo
primero, la memoria, donde se alojan los recuerdos de aquellos que vamos
viviendo a lo largo de la existencia, las imágenes y palabras de momentos
alegres y tristes que tienen el poder de hacernos experimentar felicidad,
tristeza u odio. Lo segundo, la visión ante la vida, que a veces suele ser
pesimista, conformista, indiferente o gris…
La propuesta de Jesús está en no
dejarse contaminar el corazón por lo antes mencionado, y esto sólo es posible
cuando hacemos un acto profundo de libertad y no dejamos que las situaciones y
palabras con las que otros nos dañaron llenen nuestro ser de dolor, tristeza u
odio. Tal vez aquí está el truco para el “amor a los enemigos” que propone el
maestro, en reconocer en los otros seres equívocos a quienes no puedo más que
amar y comprender. No se trata de masoquismo, pues alejarnos de algunas
situaciones y personas a veces es necesario, pero odiarlas, desearles el mal o
dañarlas no es acorde al plan del Maestro.
Por último, la paz exige estar
totalmente convencidos de que “el amor es la fuerza que transformará el mundo”.
El amor, tal como lo comprende el Maestro, ese que nos mueve a perdonar,
servir, luchar por la justicia y así ir juntos “construyendo ese otro mundo
posible”.
La paz, amigos y amigas, la
podemos construir juntos desde nuestras pequeñas opciones y luchas, teniendo
como único motor el amor que llevó al maestro a morir en una cruz, con la
libertad de haber servido a los suyos al máximo y haberlos perdonado por el
dolor al que lo sometieron.
EQUIPO ORIENTACIÓN