domingo, 16 de febrero de 2014

CELEBRA LA VIDA REFLEXIONANDO...

Se dice que luego de que el pueblo de Israel recibiera los diez mandamientos, estos –El pueblo-, buscando ser más específico y claro frente a las normas que los regirían se dio a la tarea de desglosarlos, explicitarlos al máximo, tanto, que resultaron siendo aproximadamente 613 mandamientos, a saber, del hombre para con Dios, del Hombre para con el hombre, de conocimiento, de justicia, de comercio y préstamos, de tiempos, de familia y matrimonio, referente a los alimentos, a la idolatría y hasta la guerra.

Normas, leyes y procedimientos que en vez de facilitar las relaciones, el encuentro  con Dios lo que terminaron fue alejándolo cada vez más de un trato humano y ameno con la divinidad.

Aquello que comenzó como un esfuerzo por afianzar las relaciones con Dios y con los otros, terminó por convertirse en una herramienta de juicio, exclusión y violencia.

Tal vez quienes idearon esta organización de las normas no imaginaron nunca los alcances de perversión que dicho sistema traería para  las vidas y las relaciones humanas… Tuvieron que ser mentes muy brillantes acompañadas de un corazón duro las que buscaron la manera de mercantilizar y sacar provecho de esta herencia recibida de sus padres, autodenominándose dueños y poseedores de la moral colectiva de su tiempo y manipulando la consciencia de los débiles y pecadores, confinándolos al escarnio público y a vivir despojados de su dignidad de hijas e hijos de Dios.

Tal vez por un poco más que esto, es que Jesús, interpela a sus discípulos de todos los tiempos diciendo: “Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.”  Porque el problema de la moral escrupulosa de las normas y las leyes no es sólo el triste recuerdo de algo que ya pasó, es para muchos sectores humanos, hoy día, una realidad contemporánea como destructiva.

Pero Jesús nos supera en todo, él vio, como nosotros los problemas, las carencias, las debilidades, las destrucciones y a los destruidos, pero caminó más allá de la impresión y de la experiencia para proponer como fundamento de las normas, nada menos que el amor. Sí, la única fuerza capaz de transformar al mundo, de llenar verdaderamente de sentido la vida de las personas y de justificar las leyes y las normas.

Esto es lo que nos debería diferenciar de los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, que no hacemos lo que Dios nos pide por miedo a retaliaciones divinas, por miedo al infierno, por aparentar y por quedar bien frente a quienes nos miran sino porque nos sentimos amados por el creador, quien nos acompaña, nos perdona y nos ayuda, y por eso no tenemos ya más remedio que amar a diestra y siniestra para ser eco de ese amor que Dios nos ha dado primero.

¿Qué es lo que impulsa nuestro servicio social, profesional o pastoral?
¿Qué es lo que nos motiva a vivir de una manera cabal, sencilla, justa y honesta? ¿Qué es lo que anima nuestros comportamientos en la casa, la calle, el trabajo, el estudio?

“Muéveme en fin tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara lo mismo que te quiero te quisiera.”

EQUIPO ORIENTACIÓN



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