Desazón, desesperanza,
desaliento, incredulidad, desconfianza, pesimismo, miedo e impotencia son el
pan de cada día para tantos que poco a poco se acostumbraron a vivir en medio
del vicio, del desempleo, de la muerte, en fin, de una historia que se les torna
cada día más inclemente…
En la misma línea, la televisión,
la radio, la prensa local y mundial, a diario pretenden hacernos creer que
estamos sumidos en la desgracia, que esto ya no tiene remedio.
Y tal vez diremos, es cierto. Es
cierto porque nos hemos topado por el camino de la vida con gente negativa,
destructiva, chismosa, egoísta, envidiosa, problemática y sucia para competir o
porque simplemente nosotros también somos así, lo sabemos y no hacemos nada por
ser diferentes.
Es cierto, dirán otros, porque no
hay empleo, no tenemos una salud digna o un techo decente, porque los jóvenes
se nos están perdiendo en los vicios, en la pereza, porque se nos están
volviendo ladrones, porque ya no podemos ni salir a las esquinas de nuestras
casas, en fin… Y es así como resultan expresiones como: “El mundo está en crisis.”, “de
esta no vamos a salir.”, “estamos
jodidos.”, “Ya no tenemos remedio.” Expresiones
que a la ligera no producen ningún compromiso con la historia, porque dañan
considerablemente la consciencia colectiva de muchos que bien podrían hacer
algo.
Es así que conducidos por el
desaliento y la desesperanza frente a la realidad, como sociedad nos volvemos
fácilmente vulnerables al coqueteo y la seducción de aquellos que
aprovechándose de la necesidad popular, se atribuyen, cual caudillo, el
liderazgo en la defensa de los derechos de todos, en la conservación de la
moral y las buenas costumbres y en la consecución del bienestar social, nada
menos que para seguir amasando sus fortunas y las de sus familias a costas de
la desesperanza y pereza públicas.
¡Basta! ¡Ya no más! Es tiempo que
reaccionemos, que creamos en nosotros, en la fuerza de nuestra solidaridad, en
nuestra creatividad, en el potencial que cada uno de nosotros tiene. Está visto
que los caudillos vienen y van y la cosa sigue igual. ¿Por qué en vez de seguir
depositando nuestra confianza en aquellos que se han aprovechado de nosotros, mejor hacemos uso de aquello que de manera
personal o colectiva nos dotó el creador para enfrentar la vida?
¿Por qué en vez de quejarnos por
todo lo malo que nos acontece no emprendemos mejor acciones concretas para que
esto no se siga repitiendo en nosotros o en los otros?
El Espíritu de Dios sopla en
todas partes, sopla en cada ser humano que no se queda sumido en sus razones
para sufrir sino que trabaja por su felicidad y la de los otros, sopla en cada
persona cuando perdona, cuando es
compasiva con el dolor del otro, cuando lucha por liberarse de todo lo que la
oprime y daña, cuando se levanta de sus caídas; sopla cuando reina la
confianza, la libertad, la verdad y la vida por encima de las fuerzas del
desaliento, la mentira y la muerte.
Sopla en ti y en mí que tenemos
miedo de enfrentarnos a una realidad cruda y cada vez más difícil, para darnos
confianza, fortaleza y esperanza de seguir adelante en el trabajo de que ningún
ser humano tenga que rezar más, “a ti
clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en
este valle de lágrimas…”
Para quienes están llenos de
desesperanza, un ejemplo reciente de que sí se puede construir ese otro mundo
posible es el nacimiento de la Fundación JUGGO, que surgió del seno de una
familia después de superar la pérdida de uno de sus hijos, y que se dedicará a
ayudar a jóvenes de escasos recursos con el fin de que puedan estudiar…
“Dame
Tu Amor y Gracia,
Que éstas me bastan”...
Que éstas me bastan”...
EQUIPO ORIENTACIÓN
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