“Estamos
en una era, en la que el hombre, científica y tecnológicamente... Es un
gigante. Pero que moralmente... Es un pigmeo.”
Dolorosamente,
esta frase resume de manera explícita y sencilla la historia del mundo desde
sus inicios hasta nuestros días. Es que en todas las jornadas de la historia ha
habido quienes, en nombre de la verdad, la justicia y el desarrollo, y movidos
por la convicción de tener la razón, el verdadero camino, han atropellado dignidades
particulares y colectivas sin importar la devastación, la muerte, la
desolación, la desesperanza y la pobreza que van dejando a su paso.
El
nacimiento de un sistema Social,
Político, Económico o religioso trae consigo sus privilegiados y sus excluidos,
sus libertades y sus restricciones, sus estímulos y sus castigos, en resumen,
trae su propia categorización de las personas y sus comportamientos con el fin
de preservar el supuesto nuevo orden de las cosas.
Es así
que hemos avanzado ampliamente en el perfeccionamiento de los procesos
académicos, empresariales, tecnológicos y científicos, los cuales nos ofrecen y
garantizan un muy buen producto para la academia y para la industria, pero se
olvidan de trabajar y fortalecer la dimensión humana de los futuros
profesionales, representantes de las mayorías como abanderados en dirigir el
curso de la historia y el desarrollo de los pueblos.
Triste
realidad:
El
sistema Social, Político, Económico y Religioso de nuestra Época, conocido por
su egoísmo, voracidad salvaje, violencia y falta a la verdad es el Padre de la
actual crisis que salpica a todas las instituciones de nuestra sociedad, es el
accionista mayoritario en la destrucción de la capa de ozono y la explotación
de los recursos naturales que ha generado el cambio climático tan desfavorable
no sólo para el género humano sino para la naturaleza y los demás seres vivos
que comparten con nosotros el privilegio y el derecho de esta tierra que nos
prodiga todo para todos.
El
mundo siempre ha estado regido por esta mentalidad tan dañina para la
comunidad, el cooperativismo, la solidaridad, el amor y la felicidad; y tan
enemiga del bien común, de la justicia y la verdad. Y siempre lo ha hecho a
través de un Puñado de hombres y mujeres que atribuyéndose el poder popular, la
posesión de la verdad, la toma de decisiones y el manejo de la moral no
representan más que sus propios intereses y los de sus familias.
Respecto
de esto, la experiencia nos enseña que las verdades absolutas sólo promueven la
intolerancia y se defienden no con la fuerza de los argumentos sino de la
represión excluyente y asesina.
Gran
Reto:
La
dimensión espiritual, tan influenciada por los valores del capitalismo, que promueve
una teología de la prosperidad económica en muchas de las religiones, que
limita las relaciones Hombre – Dios al mero cumplimiento de normas y preceptos
morales a cambio de beneficios divinos, tiene la obligación de cuestionarse
para renovarse, es decir, salir de la ceguera que nos hace tan inertes frente a
la realidad que nos rodea para repensar nuestro modo de proceder en el mundo y
tomar partido en la transformación de nuestra historia.
Es
nuestro deber oponernos a las fuerzas de la muerte promovidas por quienes han
gobernado siempre, y pasar de criticar a ser parte activa de la solución.
Que el
hecho de recuperar la vista y ver ya por nosotros mismos, como al ciego del
Evangelio de hoy, nos saque de la
mendicidad egoísta que tanto nos impide trabajar por el bien de todos, y así
pongamos manos a la obra.