“La
violencia contra sí mismo”, pregonaba un
gran hombre en 1978 en el Salvador, y cuánta razón tenía y tiene… Cuando
pensamos en la raíz de todos los males que aquejan a la sociedad encontramos
que está en el corazón del ser humano.
Es que
en el corazón del ser humano también se gestan el egoísmo, el odio, la envidia,
la violencia, el desamor, la desesperanza, la avaricia, la soberbia, la
indiferencia que han hecho del mundo lo que es hoy…
El
egoísmo de los que estando en el poder se enriquecen olvidando al pueblo; la
avaricia de las grandes empresas que devoran y destruyen el planeta; la
violencia de quienes cargados de odio han empuñado las armas; el odio que nos daña
la felicidad y la paz interior; la desesperanza que nos limita a resignarnos y
a creer que seremos felices en otro mundo y la indiferencia que nos encierra en
nosotros mismos olvidando el dolor de los otros…
Por
eso, la única violencia válida hoy es la violencia contra sí mismo (no medieval
o física) sino el control y dominio de los brotes de todo aquello que se aleja
por completo del Reino de Dios. No es fácil controlar los brotes de egoísmo,
odio, miedo, desesperanza… Cuesta y duele y aún más en una sociedad que ha hecho
de los antivalores, valores: el que tiene es, “ladrón que roba a ladrón”, “el
que me las hace me las paga”, “primero yo”…
El Maestro
vivió algo similar justo antes de iniciar su compromiso con la historia, dicen
la escrituras que estuvo varios días alejado del ruido y de la rutina diaria
confrontándose a sí mismo… Allí, en la soledad, brotaron deseos de poder, tener
y fama. Y ante esos brotes Jesús tuvo que ejercer sobre sí mismo autocontrol y
dominio de aquello que lo alejaría por completo del Reino de Dios.
El mal
espíritu no está fuera de nosotros, está dentro de nosotros, en nuestra
limitación y sólo con nuestra libertad tomando decisiones coherentes podremos dominarlo.
Esa es la lucha que damos a diario quienes creemos que el “amor es la fuerza
que transformará al mundo”…
El
Maestro, sólo después de confrontarse, de ganar la batalla, es que sale a
predicar, sanar, perdonar y construir ese “otro mundo posible”. Tal vez, la
falta más grave de los cristianos hoy, es que están dedicados a ser abogados de
dios, defensores de verdades religiosas y se han olvidado por completo de la
revisión de la vida, de la coherencia y de seguir a su Maestro no con palabras
sino con hechos concretos en medio de sus realidades cotidianas.
Que la
vivencia de Jesús en el desierto nos motive a cuestionarnos, a ver a la luz de
la vida del Maestro si hay coherencia en nuestros pensamientos, palabras y
actos… Y de no ser así, empecemos caminos de conversión y sanación interior que
nos permitan ser hombres y mujeres nuevos comprometidos en la construcción de
una sociedad más humana, justa e incluyente.
“Violéntese a sí mismo, reprima en él los brotes de
orgullo, mate en su alma los brotes de avaricias, de codicias, de soberbias, de
orgullo. Eso es lo que hay que matar, esa es la violencia que hay que hacer
para que allí surja el hombre nuevo, el único que pueda construir una
civilización nueva, una civilización del amor” (Oscar romero)
EQUIPO ORIENTACIÓN
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