En
Juan 4 encontramos el relato de un encuentro con la vida. El Maestro, siempre
inquieto, recorría las barriadas, calles, plazas donde los hijos de Dios viven
la vida real y concreta, esa que a ratos suele ser dura y complicada. Jesús
sabía que el Reino de Dios (“otro mundo posible”) debe empezar por la sanación
de la realidad personal, por eso caminaba con los suyos en sus realidades
concretas.
Allí,
cuenta Juan, que se encontró con una mujer sencilla que venía a recoger agua.
Una mujer pobre a la que Jesús le pide agua y a lo que ella responde desde sus
dogmas religiosos recordándole que judíos y samaritanos no se la llevan bien.
Jesús
aprovecha la situación para tres cosas importantes:
1.
Para dialogar con ella, es decir para incluirla, para escucharla. En ese
sencillo diálogo la ama, le muestra que es valiosa, que su pasado debe ser
sanado (muchos esposos) para poder iniciar una nueva vida.
2. A
Dios no le interesan los dogmas religiosos, le interesa la persona concreta que
experimentando su amor de Padre sale al encuentro de los otros para compartirles la alegría y libertad que
produce el amor de Aquel que nos ha amado siempre.
3. Le
recuerda que el agua con la que debemos saciar nuestra sed de amor y sentido es
el amor de Dios, que ni las personas, dogmas, creencias, dinero o poder podrán
darle sentido a la existencia.
El
Maestro, una vez más, cuestiona nuestras opciones. A los cristianos (religiones
que creen en Cristo) creo que nos llama a saciar nuestra sed del “agua viva”
que es su amor dejando de lado poderes, jerarquías y riquezas, también nos
exige la unidad para juntos luchar en la “construcción de ese otro mundo
posible”, un solo frente en pro del respeto de la vida, la paz, la justicia, la
reconciliación, el respeto por la vida animal y el cuidado de la naturaleza. A
nivel personal nos pide espacios para el encuentro con él, así podremos empezar
procesos de perdón y reconciliación que nos ayudarán a ser libres y con
capacidad de amar y ser amados.
EQUIPO ORIENTACIÓN
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