Aunque muchos se empecinen en decir que la figura del pastor y
las ovejas, que presenta el Evangelio, ya no tiene vigencia porque los tiempos
han cambiado, porque la gran mayoría habita en las ciudades y nunca han visto
un rebaño, vale la pena resaltar que ningún ser humano es tan corto de
entendimiento como para no saber distinguir entre sus semejantes quién cumple o
no con los requisitos para ser un verdadero pastor, guía, líder, maestro,
modelo o como lo queramos llamar… Y quién es una verdadera oveja, discípulo,
seguidor, alumno o admirador…
Es más, nos atreveríamos a afirmar que hoy más que nunca
tenemos claro eso de “pastor y rebaño.” De los primeros diremos que son
indiscutiblemente el modelo a seguir. De los otros indicaremos que son los
seguidores fieles y devotos de los sentimientos y pensamientos expresados en
las palabras y acciones de los primeros.
Y es tan clara la idea que tenemos que no sólo distinguimos fácilmente
estas dos facetas, la de pastor o la de rebaño, en cualquiera que nos tropecemos
o veamos sino que vamos viviendo o anhelando vivir al mejor estilo de esos que
hoy reconocemos como pastores, guías, líderes o maestros…
Constantemente nos quejamos de que nuestra sociedad, nuestras
comunas, nuestros barrios son un foco terrible de inseguridad, que nuestros
jóvenes malgastan sus vidas en vicios, riñas y descontrol, que a los niños ya
no les gusta estudiar, que contrario al deseo de los padres son groseros,
altaneros, irrespectuosos… En resumen, todos somos conscientes de las problemáticas
tan graves que la sociedad enfrenta no sólo en la calle sino también de puertas
para adentro, pero, ¿qué hemos hecho para contribuir a la transformación de
nuestras realidades de muerte? Porque por si no lo sabíamos la solución a los
grandes problemas de nuestra sociedad está en nuestras manos y no en las manos
de otros, específicamente de aquellos, quienes aprovechándose de nuestra
necesidad, pereza y falta de compromiso con la historia resultan convirtiéndose
en los gobernantes de turno que regirán por un tiempo más nuestros destinos
atropellados pero llenos de esperanza.
Tal vez no tenemos la sociedad que hemos querido pero sí la
que hemos permitido, y, ¿cómo lo hemos hecho? Dejando que los demás hagan lo
que nosotros tenemos qué hacer y siguiendo a los mismos de siempre; Porque la
sociedad, la comuna, el barrio sólo son producto de las opciones que hacemos,
de los modelos de vida que seguimos, y, ¿a quién o a quiénes seguimos? No pretendemos
hacer aquí una lista de las palabras que señalan la ineficacia e incapacidad de
nuestros gobernantes o líderes, esos que muchas veces seguimos; esos cuya
corrupción encarnamos a diario cuando creemos que todo se compra y se vende; esos
cuya hipocresía hacemos vigente en nuestras relaciones diarias cuando nos acercamos
a los demás sólo por lo que nos puedan dar u ofrecer, esos a los que volvemos a
mirar no por sus virtudes sino por su modo ostentoso de vida, sus salarios, sus
carros y casas lujosas; esos a quienes convertimos en nuestro ejemplo en vez de
ser nosotros mismos el ejemplo, dar el primer paso, marcar la diferencia, coger
al toro por los cuernos…
Si el seguimiento de ideales y de modos de vida, es tan
importante en la construcción de nuestra identidad, de nuestra persona, ¿por
qué no identificarnos con aquellos que nos hacen creer en nosotros mismos, que
nos fortalecen la autoestima, que nos hacen protagonistas de nuestra propia
historia? ¿Por qué no aceptarnos tal y como somos, aceptar nuestra realidad y a
partir de ella ser signo de transformación, de cambio?
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia.”
EQUIPO ORIENTACIÓN