Por estos días de pascua nuestra
fe, esperanza y alegría se fortalecen. Es que celebrar la vida del Maestro de
la Vida enciende nuestros corazones, nos impulsa seguir haciendo luchas
concretas en pro de realidades más humanas y justas.
La Resurrección del
Maestro no se trata de triunfalismo o venganza, se trata más bien de la
victoria de la vida y el amor. Es el amor del padre dado sin límites en Jesús
el que re-crea la historia, el que nos da una nueva vida en Jesús, nueva vida en
dos dimensiones: la certeza de no morir para siempre sino de retornar al
corazón del padre y la vida temporal en la que el amor debe impulsarnos a vivir
como el Maestro en servicio, donación, compromiso, perdón, oración…
Cuenta la Escritura que, pasados
los días, los discípulos, en compañía de María y otros miembros de la
comunidad, empezaron a experimentar la presencia viva del Maestro. Empezaron
a comprender que la violencia, el odio y
la venganza no vencen, sino que el amor que el Maestro vivió era el que tenía
que vencer.
Algunos de ellos quisieron
regresar a sus vidas, esas que vivían antes de conocer a Jesús, por eso
caminaban de regreso a eso que ya no tenía sentido. Tenían el corazón triste,
no comprendían lo que acontecía en la persona de Jesús, no habían experimentado
la victoria del amor sobre la muerte. Y no porque fueran cerrados o malos, sino
porque estaban pensando con la lógica humana y al Resucitado más que conocerlo
con ideas se le conoce y experimenta en la vida diaria: en la naturaleza, en la
familia, en el abrazo, en aquel que comparte, en ese que escucha… No es un
discurso romántico o mágico, es un llamado que nos hace el Resucitado a unirnos
a su victoria… Victoria que da el amor, la reconciliación, el perdón, el
servicio; victoria que duele, que cuestiona, que nos hará sufrir pero nos
motiva la certeza del amor Resucitado en Jesús.
"Quédate con
nosotros, porque atardece y el día va de caída", fue la petición de los discípulos y tal vez la misma que
debiéramos hacer hoy nosotros:
Quédate con nosotros Maestro,
Aun cuando seamos
indiferentes e indolentes ante los dolores de los otros.
Aun cuando nuestra fe
se quede limitada al espacio físico del templo.
Aun cuando las
iglesias que dicen seguirte se alejan por completo de tus enseñanzas.
Aun cuando hagamos de
Dios un dios lejano, juez y castigador.
Aun cuando nos sumemos
a la competencia egoísta que devora y devasta nuestras vidas haciéndonos pasar
por encima de los otros con tal de conseguir lo que queremos.
Aun cuando los
problemas diarios de la vida nos roben la paz, nos hagan desconfiar de tu amor
de Padre.
Si Maestro, quédate
con nosotros y fortalécenos para seguir en la lucha, esa por la que tú diste la
vida. Opción que esperas asumamos, los cristianos de hoy, dando luchas
concretas en pro de “ese otro mundo posible” en el que ninguno de tus hijos e
hijas experimenten el dolor que causa el odio, la guerra, la exclusión, la
injustica, el analfabetismo.
EQUIPO ORIENTACIÓN.