Cuenta Marcos
que Jesús y sus amigos, reunidos en la mesa, compartieron el pan y el vino. No
fue esta una cena común, esta sería la cena que marcaría la existencia de los
doce. Allí Jesús les entregó su amor por completo, les entregó su vida, su amor
inagotable, les dijo que por amor a la humanidad su sangre y su cuerpo serían
inmolados. En la mesa, allí en la que todos caben, en la que nadie es más, en
la que todos reciben lo mismo; fue en la mesa en donde Jesús les dejó el más
grande don de amor: la eucaristía.
En la eucaristía,
Jesús realizó tres acciones que nunca olvidarían los suyos: Bendecir: agradecer al buen Dios por la
vida, el pan, los amigos, la familia, es decir reconocer que todo viene del
amor del Padre; Partir: la creación
es la casa de todos (hombres y animales) dar a cada uno lo que le pertenece,
aquí no caben la avaricia y el egoísmo, en la cena el Maestro da a todos por
igual incluso a Judas quien luego lo entregaría; Compartir: el pan, la vida, el amor, el perdón, el alimento, el
techo, el conocimiento…
En la
celebración de la cena realizada por Jesús y los suyos está realizado el Reino
de Dios que todos estamos llamados a construir aquí y ahora. Sólo reconociendo
que la vida es un don (bendecir), que todo nos viene del amor sin límites del
Padre, que la tierra es la casa común empezaremos a cuidar la naturaleza, a
dejar de acumular riquezas y a buscar la Justicia; sabiendo que nada nos
pertenece, que nuestro paso por el tiempo y el espacio son efímeros de seguro
empezaremos a partir, no para enriquecer a unos pocos sino buscando que a
ningún ser vivo le falten los bienes
necesarios para vivir; por último, el compartir todo porque es de todos será la
certeza de la vida, de la paz, de la armonía y de la construcción de ese “otro
mundo posible”.
Ojalá hagamos de
la vida una eucaristía!
EQUIPO ORIENTACIÓN...
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