Tod@s
tenemos anhelos, soñamos algo, con algo. Algunos tienen sueños y aspiraciones
intangibles, otros demasiado tangibles, es decir, mientras unos sueñan con vida
y Salud para poder ganar el pan con el sudor de su frente, otros –la mayoría-
Sueñan con casa, carro, beca y mucho dinero, sin tener que hacer mayor esfuerzo
y en el menor tiempo posible.
Desde
el punto de vista Cristiano pasa lo mismo: muchos soñamos con una resurrección
sin Calvario, una meta sin esfuerzo alguno, exaltaciones y distinciones sin el
mínimo mérito. ¿Qué nos pasa? Hablamos
de Jesús, soñamos con Jesús, creemos en Jesús, decimos conocer a Jesús, pero,
no queremos saber nada de la Cruz. Y la vida, obra y palabra de Jesús no tiene
sentido sin el Calvario, sin la Cruz.
A
tod@s nos gustaría que todo cuanto emprendiésemos nos saliera exitoso, rápido y
sin esfuerzo. No en vano tantos elevan sus plegarias día a día, solicitando
favores Divinos. Lastimosamente, muchas veces aquello que tanto queremos,
anhelamos y soñamos no se nos da por más que dirijamos insistentemente a Dios
nuestras plegarias, lo que nos causa, en el mejor de los casos, frustración,
tristeza, desánimo y algunos interrogantes, por ejemplo, ¿Acaso Dios no me
escucha? Y si no me escucha, ¿Qué he hecho para que no escuche lo que le pido?
Y si he hecho algo, ¿Qué debo hacer para enmendarme?
En
la mayoría de los casos no pasamos de la segunda pregunta ya que la tercera nos
lleva a confrontarnos de manera directa con aquello que somos y, tristemente, a
nosotros no nos gusta enmendarnos de nada ni por nada, no nos gusta pedir
disculpas a nadie, no aceptamos que nos hemos equivocado, mucho menos aceptamos
que nos toque como de Camino al Calvario hacia donde nos dirijamos. He aquí la
otra parte del Calvario.
De
golpe creemos en Cristo y en un Cristianismo que permea cada una de las
dimensiones de la humanidad de aquello que se dicen Cristianos, por eso vivimos
al pendiente de si este o aquel se comporta de acuerdo con lo que creemos es la
Ley de Cristo, pero a penas ese Cristianismo me exige a mí, de forma personal, toca
mi modo de vivir, entonces me siento atacado, confundido, desesperanzado,
siento que me están exigiendo demasiado y me dan ganas de tirar la toalla de un
Cristianismo que me “agrede”, que me “ataca”, que no me deja vivir a mi manera.
Si
bien el Cristianismo es una manera de vivir, un estilo de Vida, su mismo nombre
es claro en informarnos que se trata del Estilo de Vida de Cristo y no del
estilo de Norberto, de Juan, de Leidy, de Tania, de Fulano o de Mengano. Y si
quiero seguir a Cristo es porque intento conocer y Comprender su modo de vivir
para poder asumir su propuesta en mi vida, y si digo conocer a Cristo y su
estilo de Vida sé, de primera mano, que aquí no hay espacio para comodidades
vacuas y egoístas, para la exclusión de
personas, para la pereza, para la fidelidad a medias ni para nada que tenga que
signifique muerte.
Es
necesario que como Creyentes estemos en constante crítica y confrontación de
aquello que creemos y cómo lo vivimos, así como necesaria es la búsqueda de
sentido de todo cuanto hacemos para no perder de vista el horizonte y para
levantarnos cada vez que caigamos por este camino al Calvario que cada uno vive
cargando sus propias cruces.
“Unos Confían unos en los carros, otros en la caballería;
nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios; ellos se encorvaron y cayeron;
nosotros nos erguimos y nos mantenemos de pie.” (Salmo 20, 8-9)
EQUIPO ORIENTACIÓN
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