Por estos días en que aún la
esperanza y la alegría de la Resurrección se experimentan, los textos bíblicos
proclamados en las iglesias cristianas cuentan cómo la fe en el Maestro de la
Vida fue expandiéndose…
Resulta llamativo este
fenómeno que logró permear imperios, religiones y transformar la vida de
hombres y mujeres de todos los tiempos. ¿Cómo lo hacían? ¿Por qué muchos
decidieron seguir al Maestro incluso hasta la muerte?
Y entonces tenemos que poner
la mirada en los hombres y mujeres que estuvieron cerca al Nazareno, pues
fueron quienes empezaron a incendiar el mundo con la vida de un hombre pobre,
un hombre que les cambió sus vidas y que podría cambiar la vida de miles.
Entonces va adquiriendo
sentido el acontecimiento histórico de la expansión del cristianismo, nunca
sabremos si Jesús quiso una religión, lo que sí podemos ver es a hombres y
mujeres a los que el Maestro les transformó su vida y que amándolos tanto
encendió en ellos la locura del amor que los llevó a amar y servir a otros sin
importar credos, posturas, razas, condiciones ni naciones.
Jesús es en verdad un
Maestro, se acercó a los suyos, los acogió, conoció, comprendió, educó y amó
hasta hacerlos personas nuevas, comprometidas con la felicidad común, seguros
de que Dios camina con ellos en las buenas y malas, seguros de que el único y
verdadero camino es el Amor que se dona, que se entrega sin reservas, que clama
justicia, que lucha por la vida.
Y es así como empieza la
comunidad cristiana a ser testiga de la obra del Maestro hecha a través de
ellos: la conversión de Saulo un asesino de cristianos, el compartir del pan
diario, la inclusión, nadie pasaba hambre, los enfermos se sanaban… Empezó esta
comunidad a ser luz en un mundo egoísta, doblegado por el imperio romano,
empezó a ser esperanza. Cuestionando las instituciones y costumbres
deshumanizadas impulsó a muchos a unirse a la locura del amor, del servicio, de
la felicidad compartida, del dolor soportado en común.
En esas comunidades
empezaron a recordar cada palabra del Maestro, cada gesto, cada acción e iban
encontrándole sentido porque el Espíritu del Padre hacía su obra en cada vida,
en cada situación, en cada palabra… Recordaron las promesas de Jesús justo
antes de entregarse, por ejemplo asumieron que solo unidos a Él, a su mensaje,
a su misión otro mundo era posible; por eso, siempre lo tuvieron como centro,
sin arandelas ni interpretaciones comodonas, a Él en cada una de sus palabras y
acciones y procuraron hacer vida sus enseñanzas.
Ojalá por estos días de
crisis institucional, familiar, religiosa, de grandes cambios y de reclamos
constantes de nuestra madre la tierra pusiéramos nuestros ojos en el Maestro y
en los primeros cristianos y aprendiéramos de ellos…
“Permanezcan
en mí, como Yo en ustedes…”
EQUIPO ORIENTACIÓN
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