Los cristianos estamos una vez más frente a la posibilidad de
celebrar la Semana Santa, tiempo en el cual conmemoramos la pasión, muerte y
resurrección de Jesús.
Ante esta conmemoración como ante cualquier otro acto
religioso del que seamos partícipes surgen dos situaciones… Es así que podremos
asumir esta conmemoración con la hipocresía milenaria que nos identifica o con
actitud comprometida frente al entorno en que vivimos y vamos escribiendo
historia.
Si decidimos vivirla con la hipocresía que nos ha identificado
desde no hace poco tiempo, tal vez asistiremos a las ceremonias religiosas con mucha
atención y aparente tristeza mientras detallamos la pompa con que se realizan,
los adornos y ornamentos que la engalanan y hacen de ella el espectáculo
sugestivo, capaz de despertar en nosotros el sentimentalismo frente al recuerdo
de un inocente torturado, agónico y aplastado más por nuestros pecados que por
la maquinaria político-religiosa de su tiempo, nos estremeceremos frente al
recuerdo de las humillaciones y tratos injustos de los que fue víctima el Maestro,
alimentaremos una vez más nuestro odio hacia los que le hicieron pasar por
estas situaciones a “Nuestro Señor”, y celebraremos gozosos que Aquel hombre no
murió para siempre y que Dios le tapó la boca a sus detractores con la resurrección.
Por el contrario, si decidimos asumir los acontecimientos
centrales de la Semana Santa con actitud comprometida frente al entorno en que
vivimos, tal vez asistiremos a las mismas ceremonias religiosas que los otros,
pero estaremos pendientes no simplemente de recordar sino de buscar entre los
nuestros y en medio de nuestras realidades a aquellos que, como el Maestro,
siguen siendo las “sufrientes” víctimas del pecado moral y social que habita en
nosotros y que se materializa en la mentira, la persecución, la corrupción, el
egoísmo, la desigualdad, el hambre, el analfabetismo, la violencia, la
injusticia, y demás abominaciones que atentan contra la persona, su dignidad y
sus derechos y contra el bien común.
Y no sólo buscaremos entre los nuestros a esos sufrientes para
identificarlos y ya, sino que buscaremos y propiciaremos la oportunidad de
materializar nuestra solidaridad para con ellos, aquellos cuya historia no ha
sido tan bondadosa y feliz, nos haremos sus
amigos, sus compañeros de camino, cercanos como lo hubiese querido y hecho
nuestro Maestro y buscaremos por doquier las oportunidades para promocionarlos,
para hacer de sus vidas y la de los suyos existencias dignas de vivirse.
Tal vez ninguna de estas dos sea la opción que tomen nuestros
lectores frente a la conmemoración que como iglesias realizamos en Semana Santa;
es más puede que algunos de nuestros lectores
ya no se encuentren en las iglesias, y puede que tanto los unos como los
otros tengan formas muy diversas de vivir este tiempo. Simplemente pasar por
aquí a invitarlos a hacer el bien donde quiera que vayan, a no pasar por la
vida de las personas sin dejar algo bueno en cada una de ellas, y a permitir
que el buen Dios se muestre clemente, compasivo, misericordioso, cercano y
solidario en cada una de nuestras acciones.
Buena semana…
EQUIPO ORIENTACIÓN
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