Con las celebraciones del Viernes Santo
no nos queda más que experimentar a un Dios capaz de darse hasta las últimas
consecuencias por amor a sus hijas e hijos sin importar cual fuere su pasado,
convicciones o formas de sentir.
Como seguidores de Jesús, conocedores de
su vida, obra y palabra fácilmente experimentamos un Dios cercano, compasivo,
misericordioso, amigo y capaz de compadecerse de cada una de nuestras
debilidades, -en las mismas que también él fue probado.- Somos testigos así de
un Dios que es más humano que divino y aun no lo hemos querido comprender.
Durante milenios hemos marcado nuestras
relaciones humanas personales y sociales con el estigma del rencor, el odio y
la venganza: “Ojo por ojo y diente por diente” han hecho parte de nuestro vocabulario
por mucho tiempo, y en esta lógica, nos hemos venido quedando tuertos, ciegos,
muecos y desgarrándonos mutuamente.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros frente
a tanta injusticia, violencia, crueldad y muerte que vemos a diario? Pues bien, simplemente diremos que
después de Jesús no hay excusas para no hacer algo.
Hasta entonces el lenguaje y el proceder
del mundo estuvieron teñidos de brutalidad y salvajismo como aporte a la
transformación social y como respuesta
ante la diversidad que también hace parte del mundo, como ese lugar en el cual
todos tenemos la posibilidad de desarrollarnos y ser felices… y es en Jesús donde encontramos la lección más
antigua y más novedosa para combatir el mal. No es con la fuerza de la
violencia y de la brutalidad capaces de acallar voces y conciencias como Jesús
enfrenta aquello que destruye, es dándose a sí mismo hasta las últimas
consecuencias como responde a las afrentas del espíritu del mal que arremete de
mil formas contra la felicidad de los hijos e hijas de Dios. Desde entonces
existe otro camino, otra posibilidad frente a lo que no nos convence, frente a
lo que nos daña, frente a lo que nos hace infelices…
Hoy, como hace veinte siglos, aun somos
víctimas y presos del egoísmo, del rencor, del miedo y de la falta de confianza
en Dios que crean los espacios propicios para que germine la muerte en cada uno
de los ambientes y entornos en que vivimos…
Hoy, como en el tiempo de Jesús, todavía
reina en muchos corazones la ley del talión como la única forma capaz de construir
mundo…
Hoy, como los contemporáneos de Jesús,
tal vez sólo pensamos en matar, en destruir, en eliminar todo aquello que no
nos gusta, que no va acorde a nuestro modo de pensar, sentir o creer.
Hoy, todavía hay mucho horror, mucha
guerra e injusticia, mucho por lo cual podemos culpar a Dios… Sin embargo, otra
manera se presenta y es la de Jesús, la de aquel cristo que no se impone con la
bestialidad sino con la fuerza de su amor... Porque si de algo pudo habernos
librado Cristo fue de creer que aquella mentalidad funesta y destructiva, fuera
el único camino… Porque si algo nos enseñó Cristo es que el amor de Dios no
está en impedir catástrofes naturales y guerras, sino en la Cruz, es decir en
todos aquellos que han sido y son capaces de dar la vida por sus amigos.
EQUIPO ORIENTACIÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario