“Los
amó hasta el extremo”… Esta es la frase que da sentido a todos los
acontecimientos que millones de cristianos de distintas religiosidades -y sin
ellas- conmemoramos por estos días, y lo hacemos no como una cosa más; por el
contrario lo hacemos con mucha alegría porque lo que Celebramos es nada menos
que la vida de Aquel que se animó a vivir bajo la “locura del amor”, que creyó
en Dios como Padre, que confió en la humanidad, que no fue juez, que
comprendió, que perdonó, que sirvió a los pobres y excluidos, que no guardó
nada de sí para los otros, que no creyó en la violencia, que no le apostó al
poder egoísta, que dignificó y amó a los suyos, que asumió el servicio como
camino al Padre…
Es
así que encontramos hoy al Maestro dando sus últimos pasos: está con los suyos
y quiere darles las últimas instrucciones.
Se
sienta con ellos a la mesa, en la mesa no hay cabida para jerarquías, nadie es
más que nadie. En la mesa, los mira a los ojos y parte con ellos el pan de la
vida que es Él mismo. Es tan fuerte su amor que no quiere dejar a los suyos
solos, decide hacerse pan de vida y desde ese momento los suyos nos reuniremos
para recordarlo, para llenarnos de vida y fortaleza para seguir en la lucha.
Se
sienta en la mesa como el que sirve, como la madre que prepara los alimentos y
los da con todo el amor que puede habitar en su ser. Nunca pudieron olvidar sus
discípulos este mágico momento, nunca olvidaron el amor con que partió el pan,
la alegría con que brindó y la mano humilde y lastimada con que les entregó la
pieza de pan a cada uno.
Inesperadamente se levanta, se
postra y les lava los pies… Confusión, dudas y
preguntas en el interior de los doce, pues es el Maestro el que se
postra a lavarles los pies. Cada palabra, gesto y cada gota de agua en los pies
de estos marcó por siempre su consciencia y los llevó a entregarse sin reservas
por la construcción de “ese otro mundo posible” del que les habló el Maestro. Y
entonces desparece el egoísmo que alguna vez los hizo soñar con poder, riqueza
y soluciones violentas, sus vidas se transforman a la luz del amor…
Luego les recuerda que los ama,
sí, este hombre sencillo les está diciendo que los ama sin reservas ni miedos,
que confía en ellos, que nunca los dejará solos, que el amor es ese lazo
indeleble que los mantendrá juntos así no lo vean… Y como los ha amado espera que ellos se amen
unos a otros y vivan a la luz de este amor que es la “fuerza que transformará
el mundo”.
Por último, cuentan los
evangelios que fue a caminar con ellos. Tal vez necesitaba aire, sabía que no
iba a ser fácil el siguiente paso, caminó con los suyos… De camino tal vez
rieron, recordaron momentos juntos, les seguía enseñando, abrazos, palabras de
fortaleza, lágrimas... Llegados a un huerto, se aparta y se postra ante su
Padre para poner en sus manos la vida que se le escapaba de las manos, el miedo
empezaba a socavar su corazón, pero no dudó en dar el siguiente paso, se
fortalece en la oración con el Padre y confía plenamente en Él, así como el
niño corre a los brazos de su madre, Jesús corre a los brazos de Aquel que es padre y madre… El amor del Maestro es
admirable, no llena de miedo a los suyos, asume su dolor solo, por eso ora en
silencio y soledad… Solo les pide algo de compañía y oración, pero ellos no comprenden
aun todos los sucesos de aquella tarde…
Amig@s, cuando nos acercamos así
de cerca a la vida del Nazareno no nos
queda más que amarlo y seguirlo… Que la celebración de hoy nos fortalezca, nos
haga experimentar el amor del Padre y nos comprometa en la construcción de ese “otro
mundo posible” que llevó a Jesús hasta la muerte de cruz.
EQUIPO ORIENTACIÓN
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