“¡El cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer,
de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones! Así resulta repugnante, el
cristianismo es una PERSONA, que me amó tanto, que me reclama mi amor. El
cristianismo es Cristo”[1].
Jesús de Nazaret, un hombre
enamorado y apasionado por la humanidad, el Maestro en todos los campos del
ser, el que amó “hasta el extremo” es quien convoca esta semana a miles de
cristianos quienes detienen sus afanes y quehaceres diarios para contemplar su
vida.
El Nazareno que curó,
perdonó, caminó del lado de los pobres, acogió a quienes por un error (pecado)
eran condenados, denunció la falsedad del sistema de su época vivió una semana
intensa, la última de su vida terrenal. Su coherencia lo llevó a la entrega total
en la cruz, su amor por la humanidad lo llevó hasta darse por completo.
Cuentan los evangelios
(biografías de Jesús) que la tarde antes de morir procuró dejarle a los suyos
sus últimas enseñanzas, su “testamento”… Y como Buen Maestro no lo hizo con
discursos elocuentes y vacíos, sino con su vida sencilla, servicial y entregada
sin medida.
Se sentó a la mesa con
ellos, no era más que nadie, no pretendía ser servido. Allí realizó gestos y
palabras que cambiarían la vida de los que lo acompañaban.
Cuentan que se levantó de la
mesa y se puso a lavarles los pies a los suyos… Sí, el Maestro que curó, que
hizo milagros, que les enseñó ahora estaba postrado lavando los pies de cada
uno de ellos. Les estaba dejando claro que el mundo se cambia en la medida en
que Amando a Dios, a sí mismos y a los otros procuren servir sin más pretensión
que ayudar en la felicidad propia y la de otros. Esto que en las iglesias a
veces no se asume y comprende, eso que a los cristianos nos ha costado
comprender; nos gana el egoísmo, pasamos por encima de otros con tal de
conseguir nuestras pretensiones.
Para el sistema capitalista
la lógica propuesta por Jesús es ilógica, pues para el sistema actual el
egoísmo, devorar el planeta para satisfacer pseudo-necesidades y enriquecer a
unos pocos es la consigna… -Tal vez si el Nazareno volviese hoy sería burlado,
castigado y desaparecido por pretender una vida libre, no consumista y
dispuesta al servicio de los otros. -
Luego de lavarles los pies se sentó a la mesa con los suyos. En
la mesa en la que todos somos iguales, en la que todos tenemos los mismos
derechos, en la que todos recibimos lo mismo. En la mesa en la que se confía,
acepta y ama al otro, en la mesa en la que se comparten los miedos y afanes de
cada día, en la mesa en la que se recarga la energía para seguir en la lucha…
Allí el Maestro realizó tres acciones que por siempre los suyos recordarían y
repetirían: BENDIJO el pan, es decir
reconoció con humildad que el amor del Padre es el que provee la vida, que sin
Él nada somos; PARTIÓ, en partes
iguales para todos los presentes, porque la vida y la naturaleza son para eso,
para el bien y crecimiento de cada creatura; COMPARTIÓ, les dio vida, les entregó su ser en ese pedazo pan y
copa de vino. Los apóstoles comprendieron que desde esa tarde serían ellos
quienes bendecirían, partirían y compartirían el Pan de la Vida.
Es lamentable que con el
tiempo la Mesa de la Vida se hubiese convertido en un ritual vacío, cargado de
normas y adornos que le roban en esencia el encuentro humano, fraterno y
transformador que vivieron los apóstoles junto a Jesús. Sin el ánimo de afirmar que el ritual ordenado
sea el problema, pero sí cuando el ritual es más importante que las
personas y el Artífice.
Que las celebraciones de
éstos días, que los gestos del Maestro renueven nuestra fe y nos animemos a ser
constructores de “otro mundo posible”, que se renueve nuestra oración para el
diálogo con Aquel que nos ama, que el amor deje de ser una concepto y sea el
motor de la existencia y nos lleve a servir, perdonar y ayudar a que la
justicia y la paz sean una realidad.
Equipo Orientación.
GRACIAS HERMOSISIMO.
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