En misa, en el culto, en
catequesis, en la revista esta o aquella, en la Biblia, en voz de la monjita,
del pastor, de mi mamá, de mi abuelita o del cura hemos oído hablar del Reino
de Dios. Nos han dicho muchas cosas, entre las cuales se resaltan que es un
estado del alma, que es un lugar físico, que es el lugar de residencia de Dios,
el premio eterno para quienes se portan bien en la vida terrena, que es el
reinado del amor, la justicia y la paz…
En resumen, se nos ha dicho
mucho, pero nadie nos ha mostrado nada; es tema de controversia dada las
diversas interpretaciones que tiene pero nadie nos dice a ciencia cierta de qué
se trata, salvo Jesús quien a través de su vida y su palabra no sólo nos mostró
el camino si no que nos dio claras pistas de que es una realidad vigente y en
permanente construcción.
Tal vez el gran problema que tenemos frente a la cuestión del
Reino es el de muchas veces, que pretendemos racionalizarlo todo, y volver un
concepto cualquier realidad con la que nos encontramos… Y el Reino de Dios es
una realidad intangible, imperceptible a los meros ojos de la razón humana.
El Reino es el sueño de Dios para
sus hijas e hijos, es una realidad que permanece viva no sólo en el sentir de
cada creyente sino en la existencia de todos aquellos que sin excusa trabajan y
luchan por la consecución de un mundo más justo y humano, ya sea en pequeña o
gran escala, es decir, de todos aquellos que trabajan por la defensa de los
derechos humanos y por acabar con la violencia y el hambre en el mundo sino todos
aquellos que con sus pequeñas acciones en casa o en la calle son justos,
amables, misericordiosos, solidarios, etc.
Tal vez nunca sepamos de qué se
trata en realidad, tal vez la mente humana no alcance nunca a percibir de qué
se trata en realidad, pero frente a tanta interpretación que hay por ahí, y teniendo
en cuenta que en nombre de Dios cualquiera puede estar haciendo cantidad de
barbaridades, la liturgia de este domingo, pero de modo particular el Evangelio
sale al encuentro de esos que a punta de esfuerzos queremos construir el Reino,
y lo hace con una advertencia, un ejemplo y un llamado.
En primer lugar nos advierte que
en la construcción de ese reino no nos corresponde señalar, separar o
discriminar, hay que estar prontos a denunciar la cizaña que aparezca, aprender
a reconocerla, diferenciarla del trigo y dejar que la vida siga su curso, no
sea que por querer arrancar los males de raíz resultemos dañando toda la
cosecha, como pasa con en el área metropolitana de Bucaramanga, donde los
políticos que trabajan en nombre de las juventudes unas veces se muestran
llenos de fe y optimistas y otras muchas solo buscan que se endurezcan las
penas, y así quedar muy bien con los unos y los otros…
Todos, creyentes y no creyentes
debemos tomar parte de la historia que nos ha correspondido, pero estamos aquí
o somos de allá.
Seguidamente, Jesús con el
ejemplo del grano de mostaza nos da a entender que su Reino es una armazón
grande que se construye a partir de las cosas pequeñas, es decir, de pequeñas
acciones, de palabras sencillas, de sentimientos nobles y sinceros, de esos que
no están presentes en tantas propuestas pomposas que pregonan a los cuatro
vientos amor, justicia y libertad.
Por último, Jesús nos hace un
llamado a ser levadura, dicho de otra manera, a buscar que esas acciones que
concretizan nuestros sentimientos y pensamientos acerca del Reino sean
verdadera muestra de la construcción de un mundo más humano y justo, y
verdadera levadura que fermente los esfuerzos tímidos de tant@s que aún no se convencen
de lo importantes que son en la construcción de este proyecto de Dios y de
tod@s.
EQUIPO ORIENTACIÓN